La leyenda del cerro de la Horca - Casas de Reina
El “Cerro de la Horca” es un montículo que sobresale del llano, camino de San Pedro. A la izquierda está el cementerio y a la derecha la carretera de la estación de Ferrocarril y el “Horno de Elías”. Siempre de niño me causó incertidumbre porque recibía ese nombre tan tétrico y al preguntar a las personas más antiguas de Casas de Reina ninguno sabía darme la razón cierta de porqué fue bautizado así este accidente geográfico.
Pasado largo tiempo y habiendo dado por perdido el interés que me albergaba dicho conocimiento, cierto día encontré en un hueco hecho en la pared con dos tejas enfrentadas cóncavamente un manuscrito que leí detenidamente antes de bajar del doblao donde estaba dicho escondite; allí en la casa de alquiler que tenían mis padres en el cuartillo. Este manuscrito, creo que se encontrará en poder de alguien, pues yo se lo dejé al cura ya que mostró gran interés en leerlo y jamás me fue devuelto. Ahora pasado los años y removiendo el trastero de mí recuerdo intento poner en pie la historia que tuve en mis manos siendo niño:
Corría el año 1.575 cuando el cura párroco de Casas de Reina fue trasladado como Provisor a la ciudad de Mérida, hecho que originó que el Prior ordenara cubrir dicha vacante a un joven y novato sacerdote llamado Pedro Muñoz de Riaño. A este acostumbrado a ejercer su vocación en una gran ciudad, el trabajo aquí se le hizo pesado y costoso al principio pero lo aceptó con resignación y designio de Dios.
Dedicaba a sus quehaceres religiosos todas las horas disponibles de sol pues adema´s de tener a su cargo la iglesia de Santiago, debía visitar diariamente las ermitas de San Pedro y Santa Engracia recorriendo diariamente 6 leguas entre ida y vuelta. La Ermita de San Pedro había sido construida sobre las ruinas de una ciudad Romana llamada Regina Turdulorum de la que solo quedaba un pequeño teatro romano y que los pastores aprovechaban como descansadero para el ganado.
Por estos días una familia de pastores provenientes de Soria utilizaban el lugar como descanso en un largo caminar hacia Andalucía. Era una familia compuesta por un matrimonio, dos hijos y una preciosa hija en edad casadera.
Por el lado corría un arroyo de aguas cristalinas abastecido por los manantiales de la “Huerta de Dios”, del “Valle Cabrero” y la “Huerta de Orden”, que fue llamado el arroyo de San Pedro por su proximidad a la ermita. El lugar era idóneo para el descanso de pastores.
Uno de los días cuando el padre Pedro se dirigía hacia la ermita, bordeando el “Cerro de la Horca”, notó como una brisa fría y cortante acariciaba su cuerpo, se envolvió en su capa y continuó su camino pensando en el trabajo venidero. Traspuesta una pequeña loma divisaba ya a lo lejos la ermita y un tanto a la derecha las ruinas romanas; el pequeño valle cruzado de sur a norte por un arroyo le pareció precioso, todo verde, brillante y conforme se acercaba sentía la fragancia que los jazmines soltaban desde las paredes de la ermita, rodeadas de “Damas de Noche”, rosales y geranios.
Desde la orilla del arroyo una pastorcilla lanzaba al viento esta romántica canción;
Tuve que nacer en Castilla
Ser pastora, ¡qué amargura!,
Cruzando Extremadura
A los pastos de Sevilla.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
Y lavando yo suspiro
Mi pena de pastorcilla,
Llorando salí de Castilla
Por el príncipe que espero.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
El padre Muñoz de Riaño se quedó mirando a la joven que atareada en su colado no se percató de su presencia.
- El señor está contigo, alegre chiquilla
- Y que camine con vos, Padre Muñoz
Contestó Araceli, levantando su rostro y recorriendo con su mirada desde los pies hasta los ojos del sacerdote. Fue en ese momento cuando una ráfaga de luz espejeó en al pupila de la pastorcilla y ambos a la par desviaron la mirada.
El joven sacerdote continuó su camino hacia la ermita que se encontraba ya muy cerca y después de decir allí la misa y atender los divinos oficios que les fuera menester continuó su caminata hacia la ermita de Santa Engracia. Mientras se alejaba, la voz de la joven Araceli soltaba al viento sus alegres canciones:
Esta noche no he dormido
Pensando en mi príncipe azul
Donde estará escondido
Porque no veo su luz.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Si no tengo paradero
Nunca lo tendré.
Fueron pasando los días; los encuentros de Araceli y el Padre Muñoz en el arroyo fueron haciéndose rutinarios hasta el punto de que la pastorcilla lo esperaba aunque ya hubiera terminado su colada. Encontrándose desdichada y de mal humor el día que el joven sacerdote no acudía a la ermita porque tuviera algún entierro u otro oficio extraordinario que le impidiera hacer su recorrido diario. El Padre Muñoz también sentía mal estar el día que no charlaba con Araceli.
La joven sabía que estaba enamorada y a sabiendas de que pronto marcharía decidió una mañana confesar al sacerdote lo que por él sentía. Aquel día Pedro dio los buenos días a la pastorcilla y Araceli se levantó de la orilla del arroyo donde lavaba la ropa y acercándose al sacerdote le cogió la mano y confesó su amor por él haciéndole ver el desasosiego que le acaecía. Pedro quedó petrificado intentando disimular las ganas que tenía de estrecharla entres sus brazos. Quedaron mudos durante segundos que parecieron horas por el afluente estrépito de ideas que pasaron por la mente del Padre Muñoz.
Al final contestó:
- Hija, no tiene el pecado y menos en un representante de Dios
Daré por no escuchado sus palabras y de hoy en adelante no deberemos cruzar conversación para no favorecer las ideas de Lucifer
Araceli lloró desconsolada amenazando quitarse la vida si no conseguía ser correspondida en su amor. El padre Muñoz continuó su camino hacia las dos ermitas y mientras se alejaba escuchaba esta canción que Araceli cantaba mientras sus lágrimas caían en las aguas del arroyo:
Qué pena más grande
Mi corazón se marchita
Si de mi vida depende
Mi pena de pastorcita.
Donde encontraré
Mi amor primero
Si no tengo paradero
Nunca lo tendré
Desgraciada en amores
Para qué mi amor nació
Si no obtengo tus favores
Por tenerlos ya con Dios.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
Una mañana cuando el padre Muñoz se dirigía a las ermitas, al pasar por el “Cerro de la Horca”, notó como un frío helado paralizaba su cuerpo como el primer día que pasó por este lugar. Miró hacia su derecha y vio como un cuerpo pendía de la rama de un almendro. Subió rápido al cerro y sus ojos se abrieron de terror al ver el cuerpo de Araceli con la soga incrustada en el cuello.
Nadie en el pueblo se explicaba que motivos empujaron a tan bella dama a realizar tan horrible ejecución. Este suceso fue la comidilla del lugar y sus alrededores durante bastante tiempo. Pasado los meses el padre Pedro Muñoz de Riaño siguió su trabajo espiritual en la zona a pesar de las peticiones de traslado dirigidas primero a los Provisores sitos en Llerena y Mérida, y después al Prior residente en León. Peticiones que fueron denegadas basadas en la escasez de sacerdotes y de tenientes curas que tenían la Orden.
Así pasaron los años en las que todas la mañanas el Padre Pedro al pasar por el “Cerro de la Horca” sentía el latigazo de aire frío calar su capa y meterse en sus huesos mientras la cumbre del collado soltaba esta canción:
Tuve que nacer en Castilla
Ser pastora, ¡qué amargura!,
Cruzando Extremadura
A los pastos de Sevilla.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
Y lavando yo suspiro
Mi pena de pastorcilla,
Llorando salí de Castilla
Por el príncipe que espero.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
Esta noche no he dormido
Pensando en mi príncipe azul
Donde estará escondido
Porque no veo su luz.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Si no tengo paradero
Nunca lo tendré.
Qué pena más grande
Mi corazón se marchita
Si de mi vida depende
Mi pena de pastorcita.
Donde encontraré
Mi amor primero
Si no tengo paradero
Nunca lo tendré
Desgraciada en amores
Para qué mi amor nació
Si no obtengo tus favores
Por tenerlos ya con Dios.
Dónde encontraré
Mi amor primero
Sin no tengo paradero,
Nunca lo tendré.
Y así, de esta forma, cuando los habitantes de las comarcas en sus conversaciones hacían mención de dicho cerro lo nombraban por el “Cerro de la ahorcada” que por simplificación, comodidad y mala utilización de la lengua se le mencionaba como el “cerro de la ahorcá”. Y siguió simplificándose con el paso del tiempo, llegando hasta nuestros días como “El Cerro de la Horca”.
Fuente: Juan Limones Plaza
Todo lo que necesitas saber de Casas de Reina
Bienvenidos a Casas de Reina
Desde esta página web podrá ver todo tipo de información sobre el municipio de Casas de reina, desde su historia hasta su actualidad. Pasando por galería de fotos de Casas de reina, noticias, ayuntamiento de Casas de reina actual, teléfonos de interés, turismo en Casas de reina y ocio... todo esto y más en esta sección.
Si considera que hay algún tipo de mejora o cree que puede aportar más información sobre las diferentes secciones de Casas de reina no dude en contactar con nosotros. Puedes ir navegando por los apartados que encontrarás a continuación, pulsando sobre ellos entrarás en las diferentes páginas de Casas de reina con contenido de la temática seleccionada.