El término “glaucoma” hace referencia al conjunto de trastornos del ojo que provocan daño al nervio óptico, el cual es el encargado de llevar información del ojo hasta el cerebro. Desafortunadamente, a pesar de lo grave que puede llegar a ser esta enfermedad, los síntomas del glaucoma iniciales suelen ser escasos o incluso nulos.
Por lo general, en la mayoría de los casos, el glaucoma se asocia a una presión dentro del ojo más alta de lo normal, una condición que se conoce como hipertensión intraocular. No obstante, también puede darse cuando la presión intraocular (PIO) se encuentra en niveles normales.
En el caso de no ser tratado o controlado, el glaucoma provoca, en primera instancia, una pérdida de la visión periférica y finalmente, puede conducir a ceguera. La importancia de llevar un exhaustivo control de esta enfermedad es vital, ya que volvemos a insistir, los síntomas del glaucoma iniciales son muy escasos o nulos, motivo por el cual existen muchas personas afectada que no saben que lo tienen.
Según un estudio reciente, para que nos hagamos una idea de las dimensiones de esta enfermedad, el glaucoma es la segunda causa de ceguera en los Estados Unidos, después de la degeneración macular, y la segunda causa de ceguera a nivel mundial, después de las cataratas.
Tratamiento del glaucoma
En cuanto al tratamiento del glaucoma, éste puede incluir cirugía láser o medicación, dependido siempre de la gravedad del mismo. Por lo general, para el control del glaucoma se suele recurrir a tratamientos con gotas oculares, conjuntamente con medicación, logrando así la reducción de la PIO.
En muchos casos, al ser el glaucoma una enfermedad que no genera dolor, suele provocar el descuido a la hora de llevar rigurosamente el tratamiento impuesto por el facultativo por parte del paciente. De hecho, la principal causa de ceguera ocasionada por el glaucoma se debe a la falta de adhesión al tratamiento con medicación. De ahí la importancia de hacer caso a nuestro médico.